El virtuosismo de lo ridículo

Tengo un amigo que me provee sistemáticamente de mensajes en cadena que ridiculizan de una u otra manera al Gobierno de mi país, y tengo que reconocer que me asombra el trabajo, y no sólo el ingenio, que requieren algunos de estos power point tuneados y remasterizados para escarnio de los integrantes del equipo que lidera José Luis Rodríguez Zapatero. Pero no sólo el Gobierno es el protagonista de esta muestra de arte patrio, sino que también recibo geniales composiciones orquestadas contra Rajoy y sus huestes, contra el Real Madrid, el Rey, los Príncipes, las mujeres, los negros, los vascos, los catalanes, los andaluces, los árabes, los judíos, la iglesia católica,… y podría seguir enumerando la multitud de gente que es ridiculizada por otras personas.

Siempre me ha parecido de muy mal gusto ridiculizar a otro, porque mis padres me enseñaron a no hacer a los demás lo que no me gustaría que me hiciesen a mí; por eso, o tal vez porque tengo un escaso sentido del humor, no lo sé.

Somos un país en el que pillos, bufones, esperpentos y correveidiles triunfan sobre mentes prodigiosas que contribuyen al avance del conocimiento, escriben palabras que no se borran nunca, o ponen las bases de lo que será el futuro sin que nadie se fije en ellos; un futuro en el que ya no quedará nada de este virtuosismo de lo ridículo que colapsa la bandeja de entrada de nuestro correo y nos roba tiempo, demasiado tiempo.

Y mientras capeamos el temporal, ¡Qué viva el carnaval!