El tiempo que estuve dormida

Anduve de la mano del silencio blanco, sin pasados oscuros ni futuros repletos de tormentas. Me senté un segundo infinito en la placidez de la nada, acompañada por una respiración leve y unos ojos despiertos hacia dentro. Y me dejé llevar hacia un espacio fuera de límites ni fronteras, a una realidad sin ruidos, sin idiotas que proclaman consignas para celebrar la autodestrucción y sin reyes desnudos ni cortejos de elefantes congelados.

En ese tiempo en el que estuve dormida el mundo siguió girando, mi pelo encaneció y mis oídos se cerraron a las estupideces sin que yo diera ninguna orden. De la pantalla que brillaba en el salón desaparecieron personajes habituales y me rodearon deslumbrantes hadas de nerviosas alas transparentes y juguetones gnomos de ropa multicolor que cubrieron mi desnudez de risas cristalinas y absorbentes, de imperceptibles caricias que quedaron tatuadas en mi piel.

Recorrí el intervalo entre la conciencia de mi yo y de mi espacio divagando sin prisa con algunos muertos muy vivos y con ciertos vivos que parecen muertos. Los paisajes se sucedían sin alta velocidad en un instante y mi entorno se movía con la cadencia de un bolero triste y sin final feliz.

Tronó el aullido de mi perro y todo se desplomó como un rascacielos cojo. La televisión volvía a escupir imágenes repetitivas, ya vistas cientos de veces. Recuperé los sonidos de las voces monótonas y simples que nos interpretan la realidad y mis ojos se centraron de nuevo en los límites del salón que me cobijaba como un útero acogedor y en la luz de mayo que ignoraba las cortinas que trataban de atraparla.

Escapada al mar

Ahora, que el sol se ha puesto y el horizonte se desdibuja, se pierde entre cifras de contagios, hospitalizaciones y muertes, entre políticos ciegos, torpes y cobardes, cierro los ojos y me desvanezco en el mar.

Escapada al mar

Tiembla el mar bajo mis pies, escondiéndolos entre espuma juguetona. Me adentro en su espacio, dejándome llevar por su ritmo secuencial, metódico. Allí, cuando la tierra parece sólo un reflejo, me siento en paz con todo, incluso conmigo misma.

Ya no hay dudas, ni mentiras, ni amenazas, sólo el sonido del mar en mi cabeza, sólo su murmullo acunando mi cuerpo, y el viento jugando a tocarme sin rozar siquiera mis pestañas.

Únicamente allí, sin más distracciones que mi pequeñez en su inmensidad, soy consciente de quien soy.

Lo que queda entre tú y yo

Esto es lo que queda entre tú y yo,

la verdad de nuestros cuerpos que aún se buscan,

se desean, se reconocen,

se dan respiros, se alejan,

se ignoran y, sin embargo,

al final siempre despiertan

en las manos del otro,

en los labios del otro,

en los anhelos del otro.

Sabes, el cuerpo duele a partir de los cincuenta

y las arrugas emergen

como una primavera exuberante.

Ya cargo pechos derrotados,

culpas infinitas y rencores marchitos;

debo más de lo que he dado

y me declaro en ruinas –hasta nuevo aviso-.

Voy tirando de pesadas ausencias,

dejando atrás, cuando puedo, todo aquello que he perdido.

Me contemplo en el espejo

entre lo que quise ser y no he sido;

trasiego por borrosos paisajes de desidia,

entre letras que no entiendo y memorizo

para responder a lo que no sé,

buscando repuestas en un universo de ceros y unos,

un tramposo laberinto denso, silencioso, infinito.

Y aquí estoy, con acordeones mudos

dibujados en la piel por tanto sol,

tanto tabaco y alcohol,

divagando alrededor de una fecha

y sin saber acabar un poema.

La vida sigue

Ampolas enjauladas

 

La vida continua su curso, aunque sea detrás de unas rejas, confinadas en un espacio delimitado del que tratan de escapar. En este tiempo Flores silvestresen el que los seres humanos hemos vuelto a nuestras cuevas, la naturaleza explosiona y busca su expansión ante el inesperado retroceso de los hombres en su devastador dominio. Pronto las plantas volverán a ser destruidas por el continuo y asolador pisar de la humanidad, pero mientras tanto, aprovechan este paréntesis para crecer entre adoquines y asfalto, escapando del control de los materiales inanimados.

La vida sigue a pesar de los fantasmas,
Del polvo incrustado en la piel,
De la niebla eterna,
De la incertidumbre.

Los disfraces del miedo bailan
Con la inconsciente inmortalidad
De los imbéciles.

Y yo, desde mi atalaya vestida de soledad
Contemplo una ciudad que trajina,
Repta, se revuelve, respira,
Entretejiendo agujeros a las normas,
Olvidando que kamikazes invisibles
Acechan para doblegar nuestra libertad
De elegir entre morir huyendo
O vivir encadenados al miedo.

Y la vida sigue
Áspera, cruel, implacable
Ahogando una primavera encarcelada
Con la promesa de un verano perfecto.

 

In memoriam: Una muerte en tiempos del coronavirus

ANGUSTIA: Ayer la incineraron. Sola. Murió, como tantos otros ancianos en estos días, en una residencia el pasado martes. Sola. Tenía 84 años y padecía Alzhéimer, pero para nosotros, su familia, era Nines, mamá, abuela, Angelines; una mujer valiente, luchadora, generosa a la que queríamos.

Nos avisaron hace ocho días de que tenía fiebre y dificultad respiratoria, que presentaba un cuadro complicado, pero que no era candidata a UCI porque era mayor y tenía patologías previas. No sabemos si le diagnosticaron coronavirus o no, si le hicieron pruebas o no, o si simplemente la dejaron morir sin que sufriera.

DOLOR: Hacía mucho tiempo que ella se había ido, su esencia, pero su cuerpo seguía albergando esa mujer que conocimos y amamos, esa mujer que había emigrado y trabajado duramente para dar un futuro mejor a sus hijos, que había disfrutado de la vida cuando la vida se lo había permitido y que había luchado siempre como una leona por proteger a los suyos.

Ella hubiera preferido morir a vivir como vivía los últimos años, pero no así, no de esta manera. No haber podido darle la mano, un beso de despedida, no haber podido estar con ella nos pesará como una condena toda la vida. Este duelo en diferido es una puñalada que no deja de sangrar por mucho que tapones la herida.

INDIGNACIÓN: Creo que como sociedad hemos de hacer examen de conciencia. Hemos dejado en la cuneta a toda una generación, esa generación que reconstruyó un país después de una sangrienta y brutal guerra civil, una generación que ha pasado numerosas penalidades para que sus descendientes pudieran disfrutar de una sociedad del bienestar, que ha luchado para que los que venimos detrás naciéramos y creciéramos en un país libre y democrático.

No hemos cuidado de nuestros abuelos, esos a los que hemos tenido que llevar a unas residencias que se han convertido en morgues improvisadas porque no estaban preparadas para afrontar un problema como el coronavirus. Las residencias de mayores ni son hospitales, ni cuentan con medios materiales y humanos que permitan sustituir las funciones de éstos. Espero que nuestros políticos nos den respuestas en algún momento.

MEMORIA: Nines por fin es libre y vuelve a ser ella. Sus ojos azules vuelven a brillar en mi recuerdo y su voz cantarina vuelve a sonar en mi cabeza. Era una mujer vital, guapa, elegante, siempre impecablemente peinada, pero sobre todo era una maravillosa persona. Muchos la queremos y siempre la echaremos de menos.

Para todos esos héroes anónimos

poesia para heroes anonimos

Ahora que un enemigo invisible atenaza la certeza del mañana,
Que los graznidos y los actos sinsentido de irredentos estúpidos
Continúan infectando los pulmones y el alma de la buena gente,
Alzo mi voz desde el silencio de este salvador encierro
Para decirte a ti, desconocido, que amo el sonido de tu risa,
Que añoro la calidez de una palabra de tu boca,
Que cuando desfallezcas te recogerán mis brazos,
Que, pese a la distancia, admiro tu esfuerzo por burlar al miedo
Y tu tesón para buscar paraguas que nos cubran a todos
De la devastación de esta esta gigantesca ola.

Hoy, Día mundial de la poesía, alcemos los versos como armas contra la desesperanza, el miedo y contra la cobardía de quienes sólo creen en sí mismos y no en la grandeza del ser humano, porque la poesía es un arma cargada de futuro.

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Gabriel Celaya

Aun busco tu sombra

Sigo buscando tu sombrapadre
Cuando los miedos me arropan,
Cuando las dudas acunan mi cabeza,
Cuando la vida me aprieta las tuercas.

Y me paro ante tu imagen,
Esa que puedo mirar
porque mi memoria no está en ella,
esa en la que no reconozco
al hombre que quise y perdí,
esa en la que aun los sueños
eran certezas por venir,
esa en la que la que tu historia
era un principio sin fin.

Sigo llorando tu ausencia
Cuando llama a mi puerta la maldita fecha,
Cuando regresa la muchacha que fui,
Cuando, a solas, pienso en ti.

Y reconozco el luto en los ojos,
Ese que nunca se va
Aunque el sol caliente mi espalda.
Esa herida que nunca se cierra,
Por la que el dolor supura arena,
esa fraguada con las huellas
De nuestras risas, de los silencios,
De todos nuestros momentos,
Esos que viven en mí.

Alitalia, sólo un regalo de Reyes

Este año sólo pido a los Reyes Magos que Alitalia no responda con su silencio a mi reclamación, una reclamación que no termina de cerrar. Si vais a volar con esta compañía aérea italiana, cruzad los dedos para que no haya problemas, porque el Centro de Atención al Cliente responde con el silencio.

Alitalia, con la que contratamos nuestro viaje de verano, nos modificó los vuelos haciéndonos perder varias horas de nuestras ansiadas vacaciones. Nos prometieron una compensación por el cambio de vuelo; sin embargo, de los cuatro billetes nos enviaron un correo electrónico confirmándonos la compensación de tres de ellos.

El Centro de Atención al Cliente de Alitalia, silencio ante las reclamaciones

Llevamos desde el mes de septiembre enviando correos a la dirección que figura en su página web, instándoles a subsanar el error, porque desde España no se pueden realizar reclamaciones por vía telefónica . El teléfono que figura para España en el “Centro de Atención al Cliente” sólo es para “obtener información, realizar reservas y comprar billetes para vuelos nacionales o internacionales” y cuando ya desesperados, contactamos telefónicamente para que nos den una solución, se quitan el problema de encima indicando que sigamos intentando contactar por los canales establecidos. Y ¿cuándo éstos no funcionan?

Éste es mi regalo para Alitalia en el año que comenzamos, un último “desembolso” emocional. Existe una vieja regla que dice: “un cliente insatisfecho habla con 11 personas y uno satisfecho con 2 ó 3”. En la era de internet esto se puede multiplicar exponencialmente, en lo bueno y en lo malo. Supongo que conocen el caso de Dave Carroll, un desconocido cantante canadiense de country que, tras volar con United Airlines y que le rompieran su guitarra marca Taylor, como recalca la canción, y tras un año de intentar ser compensado por la compañía aérea sin éxito, para desahogar su frustración escribió una canción protesta (“United Breaks Guitars” – United rompe las guitarras) acompañada de un divertido vídeo que muestra lo que pasó y que fue un éxito de Youtube, arrasando en las cadenas country de Estados Unidos y llegando incluso a la CNN. Finalmente, tras todo lo sucedido, United Airlines reconoció el error y aseguró que incorporaría el vídeo en sus programas de formación interna para explicar cómo no se debe actuar. Sin embargo, el daño a la marca ya estaba hecho. La guitarra Taylor de Dave Carroll está valorada en 3.500 dólares. ¿Cuántos dólares puede haberle costado a United Airlines esta negativa campaña? Seguro que millones.

Les invito a revisar sus procedimientos de reclamaciones, ya que los españoles, aunque no estamos tan habituados a reclamar como en otros países, no volvemos a comprar aquello que nos ha decepcionado en nuestras expectativas. Desde este blog animo a los todos los consumidores a exigir unos mínimos de calidad, a no callarse cuando el producto o servicio que reciben no es el adecuado, a reclamar lo que es suyo por derecho.

Espero que esta desesperada carta a los Reyes Magos les sirva para mejorar la calidad de su servicio de atención al cliente, porque la relación entre su empresa y sus clientes no se termina con la compra, sino que debe ir mucho más allá, si desean estar entre las empresas líderes de su sector.

La realidad se construye con empeño

Hoy, que todo el mundo sigue hablando sobre la sentencia del procés, celebramos mi pareja y yo un aniversario especial. Hace veinticinco años nos comprometimos a empezar un camino juntos que, en ocasiones, ha sido arduo, complejo y durante el cual, nos hemos tenido que emplear a fondo para proseguir y no tirar la toalla.

Confío en que, a pesar de los desencuentros, la mayoría de los catalanes entiendan su futuro dentro de España y que, en el resto de España, se cuente con los habitantes de Cataluña para construir un mañana.

Tal vez, la celebración del compromiso de una pareja no sea reseñable, pero para ser sincera, ésta es hoy mi mejor y más importante noticia del día.

Veinticinco años juntos

Tal vez ese sea el secreto:
Que sabes que cuentas conmigo
Y yo sé que cuento contigo.

Tal vez sea el deseo,
Que aun surge entre rutinas,
Malentendidos o acciones
Que nos exasperan del otro,
Que conocemos, pero no aceptamos.

Tal vez sean las risas
Que todavía nos envuelven juntos,
Ahuyentando las negras palabras de hastío,
Las sombras de lágrimas vertidas en silencio.

Tal vez sólo sea amor,
Complicidad entre dos seres
Tan distintos como únicos;
Comprensión mutua -aunque no siempre-,
Memoria desde dos ramas de la misma historia.

Tal vez sea ese el secreto:
Que sabes que cuentas conmigo
Y que yo sé que cuento contigo.

El poso del buen camino

Echo de menos el habitual saludo de «buen camino» -con acentos de todo el mundo- que nos ha acompañado estos días. Al llegar a Santiago de Compostela y cumplir con todas las tradiciones de los peregrinos, nos fuimos a dar un homenaje tomándonos un chocolate con churros.

Mientras me deleitaba con la humeante y dulce bebida, escuché a una mujer, que parecía argentina o uruguaya por el acento, confesar al camarero que se sentía vacía tras su llegada a Santiago. Le contó que el despertarse cada mañana con una meta concreta, con un destino que no suponía un final, le daba fuerzas para emprender la etapa que se marcaba cada día. Pero ya no había objetivos que cumplir o metas que ganar. Sólo quedaba un vacío.

Camino de Santiago

Las señales, a veces curiosas, nos indican la dirección del camino

Me quedé perpleja, porque yo no me voy con esa sensación; por el contrario, me llevo conmigo multitud de momentos únicos, olores que hacía mucho tiempo no sentía, sabores con regusto a campo, a raíces, a verdad; sensaciones de quietud y avance, de plenitud. He disfrutado de conversaciones, silencios, miradas cómplices y de carcajadas con mi hija.

He recuperado recuerdos dormidos de viajes a pie en vacaciones, entre Sobrado dos Monxes y Vilariño. La visita obligada a la abuela María, la madre de mi padre, que mis ojos de niña fotografiaron como una anciana diminuta y encogida, enlutada de pies a cabeza y con la mirada infinitamente triste y gris.

Abandonamos ya un Santiago entregado a turistas, peregrinos, y demás viandantes ocasionales de piedras eternas. Al igual que cuando llegamos, la ciudad nos despide con un abrazo húmedo y gris.

Santiago de Compostela. Catedral