Marzo de mujer

Marzo de Mujer

En marzo asoma ya la primavera, tímida, frágil todavía en sus colores y sus vientos suaves. Y marzo también es Mujer, es lucha, coraje, unidad (que no uniformidad), historias silenciosas de sacrificios, de pequeñas victorias, de vidas que creen en unos principios de igualdad, de sueños por un futuro mejor y más justo.

Este año intentan desvirtuar esta conmemoración por algo circunstancial, anecdótico sin que ello suponga que sea trivial. No se trata de salir a las calles o no, sino de que la palabra de las mujeres sea tan potente que dé igual que las calles estén vacías, porque nuestra voz debe resonar desde el agujero más oscuro hasta el satélite más lejano.

Hoy mis alas se despliegan de nuevo libres para llevar un mensaje de esperanza a todas las que nos han precedido, a todas las que siguen peleando con argumentos y no con violencia, con vocación de unir y no para imponer tesis; a todas las que cogerán el testigo de todas las mujeres que han querido vivir sin miedo, que se adhieren a mis alas, ya cargadas de decepciones, culpas y duelos.

Hoy quiero, en palabras de Ida Vitale “descubrir por mí misma otro ser no previsto en el puente de la mirada. Ser humano y mujer, ni más ni menos”. Se trata de sumar divergencias, puntos opuestos, existencias que no tienen nada en común entre sí y que juntas proponen una realidad infinitamente distinta. Tal vez sea eso lo que debamos reivindicar este marzo de mujer, esa suma que nos propone la poeta uruguaya en su poema “Sumas”: «de la esperanza de alguien más el sueño de otro» (de su obra “Reducción del infinito” 2002).

Sumas
caballo y caballero son ya dos animales

Uno más uno, decimos. Y pensamos:
una manzana más una manzana,
un vaso más un vaso,
siempre cosas iguales.
 
Qué cambio cuando
uno más uno sea un puritano
más un gamelán,
un jazmín más un árabe,
una monja y un acantilado,
un canto y una máscara,
otra vez una guarnición y una doncella,
la esperanza de alguien
más el sueño de otro.
.romper patrones

Una sociedad en cuarentena

Llevo dos semanas con la garganta agarrotada, aguantando las lágrimas que pugnan por salir, sobrepasada por la información que voy recibiendo, por la situación de caos que percibo a mi alrededor, por la incertidumbre que genera el miedo que nos acompaña y que pesa como una losa.

Sin embargo, a pesar de los temores, en numerosos balcones y ventanas de mi barrio – y supongo que también en otras ciudades y pueblos- han surgido mensajes de esperanza, de fuerza, de cohesión en torno a todos los que con su trabajo y su esfuerzo están poniendo, en numerosas ocasiones, su salud en peligro para que todos los demás podamos protegernos de este enemigo invisible que es el COVID-19.Balcones_solidaridad_COVID-19_Madrid

Ahora todos sabemos cómo tendríamos que haber actuado para no estar como estamos, pero el día 5 de marzo, según el Informe de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, España tenía confirmados 151 casos sobre una población de más de cuarenta y seis millones y medio de personas, y Madrid, la Comunidad más afectada, tenía reconocidos 90 casos sobre una población de cerca de siete millones de personas.

Recuerdo seguir las ruedas de prensa de Fernando Simón explicando la necesidad de seguir unas normas mínimas para que el contagio no se siguiera propagando. Su tono de voz pausado y sereno era ciertamente tranquilizador; sin embargo, sus palabras siempre transmitían cautela y prevención. Ese fin de semana salí fuera de Madrid, no asistí a la manifestación del 8 de marzo, pero disfruté de una Salamanca repleta de turistas y de bares atestados. No sé si esta situación era previsible, pero creo que, si en ese momento, el Gobierno decreta un estado de alarma nadie, ni el resto de partidos políticos ni la sociedad lo hubiera secundado. Todos, incluida yo, pensábamos que este virus no nos afectaría.

El número de afectados por coronavirus se comenzó a disparar a partir del 12 de marzo y, solo entonces, fuimos conscientes de lo que se nos venía encima. La Comunidad de Madrid suspende las clases en los centros educativos de la Comunidad el 11 de marzo; sin embargo, con esta medida –sin otras que la acompañen- no se consigue aislar a la gente. Esos días los niños con sus padres o abuelos pasan el tiempo en los parques, grupos concurridos se pasean por las calles y plazas de la ciudad.

Sólo a partir del Real Decreto del 14 de marzo, por el que se decreta el estado de alarma, la sociedad comienza a comprender la seriedad del problema; aunque todavía pasan días y aumento de nuevos casos y de numerosas muertes para que todos nos concienciemos de que esto es algo que nos compete a todos y cada uno de nosotros.

Yo no sabía, no podía imaginar a principios de marzo que esta enfermedad se iba a diseminar como una mancha de aceite que lo impregna todo. Estoy segura de que saldremos, pero ¿cómo saldremos? El futuro dependerá de cómo todos, como sociedad, respondamos a los retos que se nos van a venir encima. ¿Seremos depredadores o seremos solidarios? ¿Seremos capaces de generar una nueva sociedad más cohesionada, con servicios públicos dotados de medios tanto materiales como humanos que permitan responder a “enemigos” comunes?

Son días de héroes, de víctimas, de historias de solidaridad, de desolación, de soledad, de pequeñas y grandes noticias… pero los días que vendrán dependerán de cómo dibujemos, de cómo ensamblemos las diferentes piezas que van a quedar rotas tras el azote de este virus letal.

He leído recientemente un mensaje en el que se asegura que los psicólogos recomiendan para estos días de cuarentena hacer deporte, realizar manualidades y recrearnos con la música –asignaturas que en nuestra educación han quedado relegadas como “marías”- Lo importante no tiene por qué ser rentable, pero si nos olvidamos de lo fundamental no habrá futuro.

Para todos esos héroes anónimos

poesia para heroes anonimos

Ahora que un enemigo invisible atenaza la certeza del mañana,
Que los graznidos y los actos sinsentido de irredentos estúpidos
Continúan infectando los pulmones y el alma de la buena gente,
Alzo mi voz desde el silencio de este salvador encierro
Para decirte a ti, desconocido, que amo el sonido de tu risa,
Que añoro la calidez de una palabra de tu boca,
Que cuando desfallezcas te recogerán mis brazos,
Que, pese a la distancia, admiro tu esfuerzo por burlar al miedo
Y tu tesón para buscar paraguas que nos cubran a todos
De la devastación de esta esta gigantesca ola.

Hoy, Día mundial de la poesía, alcemos los versos como armas contra la desesperanza, el miedo y contra la cobardía de quienes sólo creen en sí mismos y no en la grandeza del ser humano, porque la poesía es un arma cargada de futuro.

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Gabriel Celaya

Sé una dama, dijeron

Cynthia Nixon ha puesto voz y rostro a un poema de Camille Rainville, escrito en 2017, en un poderoso vídeo publicado por Girls Girls Girls magazine. En pocos días se ha hecho viral a través de las redes sociales. Los mensajes contradictorios que las mujeres reciben de la sociedad nos deben hacer reflexionar, sin duda, sobre todo lo que nos queda por cambiar todavía.

Sé tú misma, porque si eres sólo lo que los demás quieren que seas, no serás nada, tan sólo el reflejo vacío de un espejismo que se desvanece en la claridad de la certidumbre.

Figura y sombras

Se descompone la luz en su rostro cansado
y baña el blanco la mejilla de alabastro;
la sombra se asoma en escorzo
por sus negros ojos desamparados,
dos pozos colmados de arena, de llantos,
de miseria. Testigos del miedo sordo,
secuelas del destierro y del desarraigo.

Vaqueros raídos, pelo enmarañado,
esconde su adolescente y atlética figura
bajo una zamarra descolorida, sin forma.
Su mano derecha se aferra a unos folios
con desesperación, con la fiereza de un felino
cuando apresa un botín largamente avistado.

La derrota cabalga sobre su loma
en la que anidan negras mariposas,
entre rostros desdibujados, desconocidos
y cuerpos sin memoria.
Su mano se pierde entre miles de historias
que consumen su invisible aliento
como lámparas de aceite en templos sin gloria.

Le envuelve el gris de un frío decorado,
que complementa el ir de apresurados brazos,
miradas que nunca se cruzan, espacios rotos,
luces intermitentes de móviles arriba y abajo.
Hoy, él me ha transmitido el dolor del mundo
retorciendo su tristeza entre mis manos.

Abre las puertas el gusano de metal articulado
y la figura altiva y oscura se difumina
entre una muchedumbre indiferente
al precio pagado por su arriesgada apuesta,
lejos de su sol, de sus ancestros, de su tierra.
Y yo paso a ocuparme de mis asuntos,
de esos que no le importan a nadie,
de esos que nunca publican los diarios.

Alejamiento definitivo

El 25 de noviembre se visibiliza la violencia contra la mujer. Cuando se trivializa o queda impune se crea una cultura generalizada en la que la violencia sexual se normaliza, se infravalora a las mujeres y las niñas, y comunidades y países enteros quedan fracturados.
Contra la violencia de género: ÚNETE

Por fin se ha decidido; sí, voy a morir, y eso me tranquiliza. ¡Llevo tanto tiempo esperándolo, estoy tan cansada! Saber que el final está ya cerca me ha traído sosiego. Aunque, si he de ser sincera, creo que lo estoy escribiendo para terminar de convencerme a mi misma de que he perdido, de que me he rendido. Y eso no es fácil. Cuando todo pase, seré un número más en las estadísticas, pero yo ya no sufriré, estaré muerta.

Cuando he recibido su llamada, apenas me ha temblado la voz, incluso creo que le he provocado al notarme un tono neutro, sin rencor ni miedo. Podría haber acudido a la policía, pero estoy harta de vivir escondiéndome sin ser una delincuente, estoy fatigada de salir a la calle temiendo una nueva encerrona en cualquier cruce, en cualquier calle, en cualquier esquina.

Nunca he sido una heroína, pero tampoco me considero una cobarde, lo único que siento en estos momentos es un enorme vacío, un gran agotamiento. Le esperaré con los ojos bien abiertos, quiero que por lo menos tenga en su cabeza mi mirada, mi última mirada. Ese será su verdadero castigo, convivir el resto de su vida con mi mirada.

Todavía me pregunto cómo he llegado hasta este punto. Cinco años de convivencia que se convirtieron en un infierno al poco de iniciarse; un no querer ver en qué me estaba convirtiendo, un silencio cada vez más espeso, un temor cada día más arraigado en mi alma y sorpresa, sobre todo sorpresa por no entender como la persona que estaba a mi lado y decía que me amaba me estaba aniquilando por dentro.

Conocí a Federico en la Facultad, era un chico tímido, dulce, discreto, un estudiante del montón sin muchos amigos, pero con una gran sensibilidad -o por lo menos eso percibí yo entonces-. Gran aficionado al ajedrez y a los juegos de magia, era lo que mis padres definieron como “un buen chaval”. Le perdí la pista al finalizar la carrera, tomamos distintos rumbos profesionales. Yo me casé y me equivoqué -creo que en cuestión de hombres no puede decirse que sea muy avispada, dada mi trayectoria-.

Le volví a encontrar a los dos años de mi separación, por un tema de trabajo. Entonces yo volcaba todas mis energías en “mi carrera”, para no sentirme demasiado sola; y él apareció cuando mi corazón estaba empezando a necesitar un tratamiento de choque. Comenzamos a quedar a menudo, siempre era muy cortés, muy educado, muy galante… y yo me dejé querer, ansiaba dejarme querer.

Nuestra historia fue muy lenta, demasiado tal vez. Éramos dos personas adultas, libres, sin ninguna atadura familiar ni sentimental, y aun así, nos lo tomamos con calma. Pensaba que no quería agobiarme, que me dejaba espacio para que me afirmara en mis sentimientos. ¡Qué ciega he sido! Cuando, al cabo de de salir juntos habitualmente durante varios meses me sugirió, muy sutilmente, que podría quedarse en casa a dormir, yo le deseaba como nunca habría imaginado que desearía a ningún hombre. Le besé, apretándole contra mi, como si así fuera más yo, más parte de mí, más yo parte de él.

Comenzó a instalarse como se adhiere el polvo a los muebles; sin ruido, sin que apenas te des cuenta, sin saber que estaba ya ahí, conmigo. Y mi vida empezó a diluirse gota a gota, con pequeños detalles. Me llevaba a trabajar, me recogía a la salida de la oficina, por lo que se acabaron las cañas con los compañeros, a él no le hacía mucha gracia tener que conocer gente nueva. Las salidas con mis amigos se fueron distanciando, se fueron cansando de mis constantes negativas para vernos. Fede se había convertido en mi centro y mi cerco.

Sus gestos, cada vez más inquietos, me fueron mostrando una persona insegura, egoísta, que había fracasado en sus sueños. Él nunca tenía la culpa de sus fallos, de sus problemas, siempre eran los demás los que ponían zancadillas, los que no le entendían, los que le tenían envidia, los que hacían fracasar sus planes. El día que me soltó a bocajarro, como una sentencia “harás lo que yo te diga, porque tú eres mía” supe que tenía que salir de mi vida.

Aguanté porque le quería, quería a esa imagen que me había forjado de él, pensé que podía hacerle cambiar, que mi amor vencería a sus miedos, pero me equivoqué, porque nunca cambian, siempre son ellos: indecisos, cobardes, mentirosos, desequilibrados. Son ejemplares de la especie que no han evolucionado, que han perdido su territorio y no saben reaccionar en un medio distinto, que no son capaces de sentir más allá de sus propias necesidades.

Intenté romper la relación de forma civilizada, como todo el mundo, pero Fede no es todo el mundo. Empezó la persecución psicológica, no podía ir a ningún sitio sin tropezarme con él, a oír sus lamentos y sus “lo siento, yo te quiero”. Volví a recuperar a mis amigos, que hicieron las veces de guardia pretoriana, pero él siempre conseguía burlar sus defensas y accedía, una y otra vez a mi maltrecha autoestima. Lo intentamos varias veces y fracasamos. Nos hundíamos más y más profundo en una relación que no tenía salida, hasta que decidí denunciarle y pedir orden de alejamiento.

Parece que la medida le asustó realmente, y durante un tiempo estuvo al margen de mi rutina, yo recuperé de nuevo la ilusión por despertarme cada mañana y emprendí otros retos que me hacían olvidar la pesadilla en la que había convertido mi existencia sin proponérmelo.

Era relativamente feliz cuando se coló por la puerta de atrás y me avisaron del hospital que estaba en estado crítico porque se había cortado las venas. Me sentí culpable, todavía su imagen me escocía en el cerebro. Corrí a su lado, intenté hacerle comprender que esa no era la solución; cuando se recuperó me prometió que seguiría una terapia, que no me volvería a molestar. Y yo, como una imbécil le creí, no sé si porque me convenció o porque no me podía creer que yo me hubiera enamorado de un loco, de una persona totalmente desequilibrada.

Me llamó al poco tiempo para contarme que estaba totalmente curado, que ya había perdido el miedo a vivir, pero que me necesitaba para echar a andar. No sabía si reírme o llorar, me estaba chantajeando de nuevo, pero esta vez no lo consentiría. Le dije que nos habíamos hecho mucho daño y que lo mejor para ambos era que tomáramos caminos diferentes. Entonces vi realmente su rostro, cuando sin pestañear, sin gritar, sin subir la voz me dijo “pronto estarás muerta”. Quise tomarlo como una bravuconada, como una pataleta de niño pequeño, pero en el fondo sabía que iba en serio.

Han pasado varios meses desde esa conversación. En este tiempo: mi coche con las ruedas pinchadas, una paliza a un amigo, llamadas sin que nadie conteste al otro lado del teléfono, mi casa violada por la furia de un maníaco que lo destrozó todo y dejó un mensaje macabro en las paredes: MUERTE -pero, como no se pudo probar nada sobre el autor de los hechos, quedó como un acto más de vandalismo en una gran ciudad en la que todos los días hay miles de sucesos truculentos-. Un día llegó a ponerme una navaja al cuello por la espalda, a atropellar mi cuerpo con sus manos enguantadas para no dejar huellas; pero como me atacó por la espalda y no pude verle quedó mi calvario en una denuncia a un atacante anónimo, sin identificar.

Después de cinco años estoy literalmente agotada, me he cansado de luchar y le he facilitado el camino. Esta mañana, cuando ha llamado con algún aparato de esos que distorsionan la voz, le he dicho que no voy a ser suya, que su acoso me da asco, que si quiere venir a por mi me encontrará porque no voy a volver a esconderme. Le estaré esperando para conseguir alejarle de mí de forma definitiva.

25 de noviembre, un día para visibilizar la violencia contra las mujeres

La ideología emocional gana las elecciones

Todas las elecciones son decisivas para el futuro

El resultado de las elecciones nos deja un Parlamento lleno de colores diferentes, de intereses distintos, de ideologías menos universales y más viscerales. Lamentablemente, no podemos echar la culpa a nadie; cada uno de nosotros, con nuestro voto, hemos decidido que el Parlamento resultante sea así. Sin duda, los partidos políticos han jaleado unos mensajes, pero tenemos la capacidad de interpretar, valorar y decidir.

Los resultados electorales en España nos indican que, no solo aquí, están triunfando las ideas que nos aíslan del miedo a la incertidumbre. Los cambios radicales en la historia siempre vienen motivados por una modificación en los medios de producción y desde la aparición de internet, el sistema económico tradicional se está resquebrajando.

La amenaza de un futuro incierto aproxima a la gente hacia convicciones firmes, hacia problemas inmediatos y cercanos, que nos permitan evadirnos del miedo a un mañana que no controlamos. Pero los seres humanos estamos hechos de tiempo y es una evidencia que el pasado nunca vuelve. Ni Gran Bretaña volverá a ser el gran imperio del siglo XIX, ni EE.UU. será el guardián del mundo occidental, ni España será de nuevo una, grande y libre.

Las minorías mayoritarias acechan tras rotundos axiomas, ancladas en ideales ancestrales, en verdades absolutas que hoy, en la era de internet, se distribuyen como la pólvora prendiendo en grupos de descontentos, de marginados, de nostálgicos de un mundo estable, de ácolitos que están dispuestos al sacrificio mientras reclaman su libertad a costa de la de los demás.

Nos toca jugar en un tablero de límites imprecisos, de formas que mutan desde la realidad virtual de una pantalla a nuestras calles, a nuestras vidas reales. De esta forma, la ideología emocional vence a la razón posibilista.

Estamos en el umbral de la próxima era del hombre, en la que los estallidos en Hong Kong rebotan en Bolivia y Argentina; en la que el triunfo del Brexit repercute en las ansias nacionalistas catalanas, en la que al tiempo que crecen los movimientos pacifistas y ecologistas, reverdecen los autoritarismos, los partidos neofascistas.

Según Aldoux Huxley «Las doctrinas pueden ser verdaderas o falsas, pueden ser sanas o perniciosas, eso no importa. Si el adoctrinamiento está bien conducido, prácticamente todo el mundo puede ser convertido a lo que sea». Actualmente, esa conversión es prácticamente inmediata de una a otra punta del globo terráqueo. Sólo nos salvará que dejemos de comportarnos como rebaños y pensemos como personas individuales y únicas, con un criterio basado en la razón y en el bien común.

Adoctrinamiento
Si el adoctrinamiento está bien conducido, prácticamente todo el mundo puede ser convertido a lo que sea

Por #1000razones con la marea morada

El próximo viernes, 8 de marzo, las mujeres volvemos a parar el mundo porque todavía queda mucho por decir, queda mucho por hacer, queda mucho por cambiar. La igualdad de género no es solo un derecho humano básico, sino que además es crucial para acelerar el desarrollo sostenible, según recoge el objetivo 5 de la Agenda 2030.

Este #8M el Día Internacional de la Mujer, que se celebra bajo el lema
«Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio«, vendrá acompañado de una huelga feminista para demostrar -como se dice en el argumentario de la Comisión 8M– que sin nosotras no se produce, y sin nosotras no se reproduce.

El #DíadelaMujer se está preparando con cientos de actos reivindicativos en nuestro país, porque nuestra voz es más fuerte y tiene más de #1000razones para exigir que se reconozca nuestra contribución en todos los ámbitos.

Amanece en tierra derrotada

Foto de
el_harry 

Una claridad densa empieza a vislumbrarse tras una noche confusa, como las miles anteriores. Amanece un nuevo día en la tierra de la derrota, una tierra en la que vientos extremos han aterrizado para barrer, sin compasión, el entorno amable y esperanzador que parecía ser indestructible.

Veo rostros crispados, sin un resquicio de duda en sus miradas, sin una brizna de tolerancia en sus gestos. Escucho voces destempladas, airadas, inflexibles que se alzan, arengando a quien se quiera unir a un macabro carnaval de despiece de una piel de toro cansada de luchas intestinas e infértiles.

Se me viene a la memoria un poema de Luis Cernuda, «Es lástima que fuera mi tierra», del que dejo unos versos:

«No hablo para quienes una burla del destino
Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas
(Quien habla a solas espera hablar a Dios un día)
O para aquellos pocos que me escuchen
Con bien dispuesto entendimiento.
Aquellos que como yo respeten
El albedrío libre humano
Disponiendo la vida que hoy es nuestra,
Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida.

¿Qué herencia sino ésa recibimos?
¿Qué herencia sino ésa dejaremos?

En medio de la lógica del caos

En medio de la lógica del caos

Parece que nos encontramos al final de una era histórica, o al principio de una nueva, según se mire; en medio de la lógica del caos. Los que somos inmigrantes digitales asistimos incrédulos a los enormes cambios que Internet está causando en nuestra sociedad.

Lo que augurábamos como la democratización de la información, se ha convertido en un arma de consecuencias inimaginables. La tecnología, independizada de la ética, se prostituye al mejor postor para fines poco o nada altruistas.

Ponemos el grito en el cielo porque unos operadores asalten nuestra intimidad al ofrecernos por teléfono unos servicios que ni necesitamos, ni hemos pedido; sin embargo, nadie se espanta de que su móvil le pida una valoración del lugar en el que encuentra en un determinado momento, o de que cada vez que abre su navegador le aparezcan anuncios de coches porque unos días antes ha estado valorando la posibilidad de cambiar el que tiene.

Una enorme cantidad de gente vive en un reality show permanente a través de Facebook o Instagram, compartiendo su intimidad sin ningún pudor con multitud de personas a las que no conocen. Estos escaparates de cartón piedra están condicionando las relaciones interpersonales actuales, y se ha confundido el significado de la palabra «amigo», al denominar así a hombres y mujeres desconocidos.

Hemos creado ya una sociedad diferente a la que yo conocí de niña, en la que todo iba más despacio, los cambios eran más lentos. Sin duda, la sociedad digital que hemos construido tiene muchos aspectos oscuros que no me gustan, pero creo que las ventajas que aporta son superiores. Estamos viendo ahora los efectos secundarios, y hemos de corregir esas alteraciones si queremos ir hacia un nuevo Renacimiento, en lugar de hacia una segunda Edad Media.