El resultado de las elecciones nos deja un Parlamento lleno de colores diferentes, de intereses distintos, de ideologías menos universales y más viscerales. Lamentablemente, no podemos echar la culpa a nadie; cada uno de nosotros, con nuestro voto, hemos decidido que el Parlamento resultante sea así. Sin duda, los partidos políticos han jaleado unos mensajes, pero tenemos la capacidad de interpretar, valorar y decidir.
Los resultados electorales en España nos indican que, no solo aquí, están triunfando las ideas que nos aíslan del miedo a la incertidumbre. Los cambios radicales en la historia siempre vienen motivados por una modificación en los medios de producción y desde la aparición de internet, el sistema económico tradicional se está resquebrajando.
La amenaza de un futuro incierto aproxima a la gente hacia convicciones firmes, hacia problemas inmediatos y cercanos, que nos permitan evadirnos del miedo a un mañana que no controlamos. Pero los seres humanos estamos hechos de tiempo y es una evidencia que el pasado nunca vuelve. Ni Gran Bretaña volverá a ser el gran imperio del siglo XIX, ni EE.UU. será el guardián del mundo occidental, ni España será de nuevo una, grande y libre.
Las minorías mayoritarias acechan tras rotundos axiomas, ancladas en ideales ancestrales, en verdades absolutas que hoy, en la era de internet, se distribuyen como la pólvora prendiendo en grupos de descontentos, de marginados, de nostálgicos de un mundo estable, de ácolitos que están dispuestos al sacrificio mientras reclaman su libertad a costa de la de los demás.
Nos toca jugar en un tablero de límites imprecisos, de formas que mutan desde la realidad virtual de una pantalla a nuestras calles, a nuestras vidas reales. De esta forma, la ideología emocional vence a la razón posibilista.
Estamos en el umbral de la próxima era del hombre, en la que los estallidos en Hong Kong rebotan en Bolivia y Argentina; en la que el triunfo del Brexit repercute en las ansias nacionalistas catalanas, en la que al tiempo que crecen los movimientos pacifistas y ecologistas, reverdecen los autoritarismos, los partidos neofascistas.
Según Aldoux Huxley «Las doctrinas pueden ser verdaderas o falsas, pueden ser sanas o perniciosas, eso no importa. Si el adoctrinamiento está bien conducido, prácticamente todo el mundo puede ser convertido a lo que sea». Actualmente, esa conversión es prácticamente inmediata de una a otra punta del globo terráqueo. Sólo nos salvará que dejemos de comportarnos como rebaños y pensemos como personas individuales y únicas, con un criterio basado en la razón y en el bien común.