Hoy, 24 de febrero, día de las utopías

El día 24 de febrero debería ser declarado el «Día de las útopías». Hoy, hace 31 años, España recuperó la democracia que estuvo a punto de perder unas horas antes, porque unos cuantos temían la libertad que los españoles se habían vuelto a otorgar a sí mismos a través de una Constitución.

Hoy he vuelto a recordar ese día, al ver las imágenes de la brutal represión a los estudiantes en Valencia, porque #Yotambiensoyelenemigo.

La vida nos enseña que nadie es dueño de nadie, que hay hombres y mujeres que pierden el miedo y saben coger sus sueños a dentelladas si es preciso; porque la libertad siempre brota, a pesar de la violencia de los que son tan diminutos que la temen.

Para todos los hombres y las mujeres que dejan su vida por ella, por su generosidad con sus semejantes y con las generaciones futuras.

Memoria de un país timorato

Érase una vez un país encogido por el miedo y el látigo de un visionario, convencido de su misión de salvador de un pueblo descreído, descentrado, analfabeto y resentido. Durante cuarenta años puso su bota de hierro sobre las conciencias y los pensamientos, sin permitir a nadie salirse de la fila. La muerte, el dolor y el hambre hicieron causa común y se alojaron en todas las casas para evitar cualquier conato de rebelión.

Poco a poco se fueron abriendo puertas, permitiendo a los habitantes invisibles entrever un sol que se fue haciendo más y más perceptible a medida que pasaban los años. El anciano de voz aflautada ya no daba tanto miedo, aunque seguía usando la bota que aplastaba todo a su paso.

Cuando el anciano murió, recibió un multitudinario adiós por parte del pueblo al que había mantenido amordazado durante casi cuatro décadas, y las calles se vistieron de colores para festejar el fin del luto impuesto, y las gentes se abrazaron sin miedo, y todos hablaron todas las lenguas, y todos se dieron las manos para remover una tierra hasta entonces árida y seca, para convertirla en una tierra fértil y generosa.

Pero aparecieron topos que intentaron destruir el trabajo de tantas manos, y dejaron agujeros oscuros y profundos en los surcos abiertos por esas gentes que se concentraron en mirar hacia el futuro. Los agujeros fueron creciendo, mientras los habitantes, borrachos de fe en la nueva tierra, se olvidaron de taparlos.

Al cabo del tiempo los agujeros fueron tragándose la tierra fértil. Cuando el pánico empezó a cundir en la población ya era demasiado tarde, los topos habían ganado demasiado terreno y la tierra fértil era ya solo una isla en la que vivían apiñadas millones de voces sensatas, a las que no se oía porque hablaban demasiado bajo, o ni siquiera hablaban porque se encontraban demasiado desorientadas.

Un país que se odia a sí mismo

Vivo en un país que se odia a sí mismo, que se autolesiona constantemente para hacerse daño y sentirse herido. Es muy triste vivir en un país que cada vez se quiere menos, que cada vez que da un paso no es para hacerse más fuerte, sino para castrar su futuro.

Nos damos golpes de pecho por haber sido una vez un imperio, reinventamos la historia para creernos más legitimados a la hora de reivindicar el poder sobre una piedra que no interesa a nadie. Nos avergonzamos de hablar una lengua que hablan más de 300 millones de personas en el mundo, por eso intentamos que nuestros niños no la aprendan.

espana_dolor_de_cabezaNos abanderamos en cientos de banderas para hacer más débil una bandera que hace 31 años decidimos por mayoría que fuera la bandera de todos. Miramos hacia el pasado que nos divide, para no tener que sentarnos a decidir el futuro que hemos de afrontar juntos.

Siento lástima de este país que siente verguenza de ser país; ahora, eso sí, dame todas las subvenciones que sea posible, venga de donde venga el dinero, para eso no hay fronteras pacatas, para eso no busco a los de mi cuerda, a los de mi secta, para eso si busco pactos aun con aquellos de los que los que reniego.

A muchos nos duele España, como a Unamuno. Este bilbaíno, que anticipó a las fuerzas de Franco «¡venceréis, pero no convenceréis!», también dijo algo que a muchos de espíritu izquierdista averguenza, porque somos tan imbéciles que dejamos el patrimonio de ser español a un grupo reducido de fascistas. «¡Soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo».Yo, como Unamuno, soy española, aunque no me guste Esperanza Aguirre y no vote al PP; yo soy española, y en mi casa se ha hablado gallego desde siempre; y me gusta el cava y sé que los vascos y los catalanes nunca han tenido reino, porque la historia ya está escrita, aunque algunos se empeñen en reescribirla porque es más rentable electoralmente.

Fotografía:angel de olavide

Después de 64 años del holocausto

Hoy, 27 de enero, la ONU conmemora el Día Internacional Anual de las Víctimas del Holocausto. Hoy, hace 64 años los aliados liberaron el campo de concentración de Auschwitz en 1945. Hoy, 64 años después, los hombres seguimos matando hombres en nombre de la libertad, de la seguridad, de un dios, de una tierra.

Auschwitz es hoy un símbolo de crueldad, de perversión y un recordatorio de lo frágil que es la convivencia, de que la tolerancia y la razón se pueden perder si no las cuidamos.

¿Hemos aprendido algo? Miro hacia Israel, hacia Gaza, y veo que no, que no hemos aprendido nada. Por eso no podemos olvidar a todos aquellos que han muerto porque otros consideraron que eran sólo un estorbo para sus planes.

Morir para renacer

La naturaleza nos enseña siempre que la muerte trae consigo la vida en un ciclo perpetuo, perfecto. Tras el invierno en el que todo permanece oculto, marchito, apagado; vuelve siempre la primavera en la que brotan miles de tonalidades, emergen olores frescos, en la que savia tierna invade el aire. Y esta nueva primavera nos trae la noticia de la muerte de un hombre, no un hombre cualquiera. Leopoldo Calvo Sotelo pasó por nuestra política como uno de los artífices de la democracia de la que hoy disfrutamos todos. Fue un presidente de Gobierno que no habló, no vivió de lo que un día fue, que no cargó contra los que le denostaron, que no trató de seguir más allá de lo que las urnas le dejaron.

Ahora que ha muerto ha vuelto a renacer, como esta primavera. Ahora que ya no puede oírlo ni verlo, los representantes de todos los partidos, los representantes de todos los españoles le rinden homenaje. Descanse en paz un presidente, casi por accidente, que pasó su momento con más pena que gloria, pero al que ahora, con los ojos del pasado, le rinde pleitesía la historia.